Y
tomaréis el primer día gajos con fruto de árbol hermoso, ramos de palmas, y
ramas de árboles espesos, y sauces de los arroyos; y os regocijaréis delante de
Jehová vuestro Dios por siete días. Levítico 23:40
Cuando Dios ordena conseguir diferentes
ramas para formar las cabañas y celebrar esta solemnidad elige diversos
árboles. Cada árbol tiene sus características que lo hacen agradable y de
alguna manera siempre funcional para el ambiente. Dios vio en las ramas de esos
árboles la belleza de su creación, unas ramas más pequeñas como las de sauce,
otras muy grandes como las de la palma, otras que emiten un olor suave,
fragancias que agradan al olfato como el arrayán, el pino o el cedro, incluso
el carrizo que al parecer no tiene corazón y no da un olor llamativo, tiene la
función de ser duro y sostiene con su fuerza parte de la cabaña.
A Dios le plació poner todas esas ramas
diversas para que juntas formaran una habitación donde se alabe su nombre:
somos nosotros, nos sintamos del tipo de rama que imaginemos Dios tiene
una función para que realicemos a su
servicio.
Debemos estar atentos y con humildad
recibir las instrucciones y consejos de nuestro Dios en nuestro corazón
mediante el escuchar y estudiar su palabra. ¿Qué es lo que pide Dios de
nosotros? Miqueas 6:8 Oh hombre, él te ha
declarado qué sea lo bueno, y qué pida de ti Jehová: solamente hacer juicio, y
amar misericordia, y humillarte para andar con tu Dios.
Así que miremos a nuestro interior y seamos
gratas ramas que formen esa habitación en armonía y comunión, en consagración a
nuestro Dios. Evitemos pensar que las diferentes ramas tienen mayor o menor
importancia, valor o belleza, todas son de alta estima en los ojos de nuestro
Dios pues Él tiene un propósito, que cada rama sea partícipe de la bendición de
dar un mostrar un buen crecimiento, dar un buen fruto.
Recordemos que nosotros como estas ramas
alguna vez hemos dado sombra, olor, fuerza, color, alegría y sobre todo lo que
debemos buscar es ser una pieza en la obra perfecta de nuestro Hacedor.
Acerquémonos con fe y sinceridad para que
permitamos al Espíritu de Dios habitar en nosotros y seámosle morada agradable
y firme en virtud.
Lleguémonos con corazón verdadero, en plena certidumbre de
fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con
agua limpia. Mantengamos firme la profesión de nuestra fe sin fluctuar; que fiel es
el que prometió: Y considerémonos los unos á los otros para provocarnos al amor
y á las buenas obras; Hebreos 10:22-24.
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